Menos alienación y más organización y revolución

Por Karla Calapaqui 

Hace un mes, alguien me facilitó una clave para que pudiera ver una serie en mi casa. No tengo ninguna suscripción, así que aproveche el ofrecimiento. La serie trataba sobre investigaciones policiales. El primer episodio me llamo la atención y bueno, como decimos, me piqué. Y por cinco o seis días y sus noches, en pleno confinamiento, vi cinco temporadas.

Para el efecto me descargue en mi teléfono la aplicación, elimine espacio en la memoria para poder instalarla. Con el paso de los días, o mejor dicho de los episodios, ya sabía la trama, ya intuía quien era el asesino, o como reaccionaban los detectives. Empecé a adelantar los episodios en escenas de pura conversación y cosas irrelevantes. Quería acción. No sé si eso les ha pasado a ustedes.

 Mis hijos me veían como diciendo "ya es una de las nuestras", estoy segura, conozco a mi gente. Lo decían, porque a ellos también les ha pasado.

Bueno, posteriormente los últimos días las preguntas venían a mi cabeza. Inquietudes, digamos que, me puse transcendental. Exagero.

Veía la aplicación en mi teléfono y pasaba. Mis hijos me preguntaban ¿y en donde va con la serie? yo respondía: ah no, no he visto, no tengo ganas.

La epifanía llego cuatro días después de controlarme a mí misma y abandonar la serie. Desinstalé la aplicación, para ese día ya hasta me habían quitado la clave, así que me dije "el destino", me estoy riendo cuando escribo esto. Era un lunes por la tarde, el cielo era grisáceo. En mi pequeño balcón mis claveles rosados estaban muriendo. ¿Es que nadie va a poner agua a la plantita?, me dije a mi misma.

 Unos segundos me sentí superflua. Después, reflexioné y dije, no hay tal. He parado a tiempo algo que me hundía en el sofá, que me hacía egoísta e individualista, que hacía de mi cerebro un simple codificador de escenas. Conozco a algunos que me hablan de la serie A y luego la B y luego la M. Me siento un poco fuera del tiempo, yo hacia el ademan de pensar si había visto, aunque sea la publicidad para seguir el hilo, pero no.

 Aquí en Francia y creo que en el mundo capitalista pasa. Hombres y mujeres pegados al televisor o al celular, viendo películas o series, se saben todas, pero ni una pisca de lo que pasa a su alrededor. No se trata de ser un erudito, creo que al menos saber la tierra que pisas, el lugar que habitas, un mínimo de conexión a esta realidad, es el no sentirnos ajenos de nosotros mismos. El culpable es el capitalismo. 

Un día, hace mucho tiempo atrás, en el metro 9, regresaba de mi antiguo trabajo a casa. Cansada, sin haber hablado con nadie sino con clientes, rutina diaria, mecánica. Nada de hablar cara a cara, ojos con ojos, descubrimiento con descubrimiento. Tenía ganas de hacer amigos, digamos, hacer la conversa con alguien.

Subí al tren, casi lleno. Dos hombres atrás de mí, y una pareja enfrente. Cada uno con su respectivo teléfono y audífonos, uno de ellos con tremendos "cascos" en las orejas, destapa tímpanos le digo yo, hasta mis oídos llegaba la guerra que el tipo estaba viendo. El otro jugaba, sus dedos se movían a tal velocidad, sus ojos verdes parecían salirse de sus orbitas, faltaba la lengua saliendo entre los labios y babeando. Los otros concentrados en sus películas, no levantaban cabeza, hasta parecía que de tanto hacerlo, ya les estaba naciendo jorobas. Evidentemente no conversé con nadie.

El capitalismo busca precisamente eso, alienar a la población en lo económico, político, social y religioso. Distraerla, aislarla, drogarla con series y películas, engordarnos a punta de juegos y apuestas, más consumismo para hacer de nuestro cerebro obeso y grasiento. Y la alienación digital, un juego de algoritmos nivel destructor, que busca satisfacernos y convertirnos en propietarios de cosas superfluas, que nos carcome más rápido.

A mis hijos les digo, ya les está saliendo el hueso de la joroba, tus dedos son más grandes que los míos porque solo estas el teléfono, que feo. Y me rio.

Pero dejando a un lado la broma es cierto. Aquí en Francia ya se trata la adicción a (les ecrans), las pantallas. Y no sé si les crece un hueso de joroba en la nuca, o si los dedos pulgares se hacen más grandes, pero lo que sí sé, es que esto nos limita, nos empequeñece, reduce nuestra perspectiva, nos hace dependientes, nos ahoga...

 Si quiere deprimirse y amargarse más, el camino son las maratones de series. Gente que le huye a enfrentar la realidad, la camufla con más series, más juegos violentos y más videos superfluos que se encuentran en todas las redes instagram, Facebook,  Tiktok, etc. Pero la realidad nos alcanza tarde o temprano. Y seguramente la ayuda especializada nos podrá sacar de ese abismo, no discuto ni insinuo nada contrario a lo que se ha avanzado en este campo. Quiero decir que muchos necesitamos un sindicato, un colectivo, una organización…un vecindario. Y esto aplica para todos. El suicidio y la depresion son tambien problemas sociales, paquetes incluidos en la maquinaria neoliberal.

Una semana después, una luz iridiscente entró por la ventana, llovía y hacia sol. Sali a ver el atardecer, había una combinación de colores en el horizonte, llame a mis hijos, fueron segundos que juntos y apretujados en el pequeño balcón, contemplamos eso. Es necesaria menos alienacion y mas organizacion y revolucion.

Y me sente con mis hijos, les dije que me había enviciado con una serie, que podría haber sido una película o un juego. Que no está mal hacerlo de vez en cuando, pero que no quiero volver a ese estado. Que me sentí mal, porque perdí mi tiempo en una serie que no me aportaba nada. Pero que, así como caí, me levanté. Que, a fuerza de voluntad, de salir a las calles a la huelga, a la protesta, al parque, al balcón, al jardín de mi macetera de tres claveles, se puede resistir a esa presión social. Es una lucha diaria.

A esas cosas creadas en el capitalismo, podemos virarle la tortilla. Mi hijo mayor me dijo, sí, hay que rebuscar en este mundo digital. Con mi hija menor, la lucha sigue, porque sé que no es fácil, porque sé que la presión en su colegio, con sus amigas también juega, no la juzgo, la trato de ayudar y de explicar. Y sé que juntas lo lograremos, sin aislarnos.

No es que soy el ejemplo de madre ni nada, hago mis esfuerzos, para enfrentar, de manera individual en este caso, ese monstruo llamado capitalismo que aliena y destruye al ser humano.

Todos y todas, a ratos nos dejamos envolver en esas, digamos, otras dimensiones..., pero saber pararlas, saber salir a tiempo y avanzar, es el reto.

No juzgo a quien le ha pasada esto que a mí, y a quien le encanta. Solo siento que este mundo de series, películas y juegos, las mismas redes sociales, el culto a la imagen, los likes, los hashtags, etc., son eso, redes para amarrar nuestros brazos, aunque estén libres. Redes para atar nuestros pies, aunque caminen. Redes para taparnos los ojos y los oídos, aunque miremos y escuchemos. Y con todo esto, la boca no necesita redes, porque no habla, ni se queja, porque el cerebro ya está programado para ver una serie más.

Insisto, quizá podríamos decir hay que aislarse de las pantallas, no lo pienso asi. Creo que en lugar de que esa parte del mundo digital nos controle, somos nosotras las que debemos tomarlas en la mano, apretarlas, irle soltado la cuerda y tironear para que no nos envuelvan, es darle nosotros un sentido, es privilegiar las relaciones colectivas, humanas y con la naturaleza. Pero la solución verdadera va más allá, es estructural, hay que cambiar el sistema, eliminar las clases sociales, convertir el mundo entero en patria de la humanidad. Y para lograrlo se necesita organización y revolución.

 

 


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