Caminando por Brasil

Por Karla Kalapaqui
@DayumaEc

*Publicado en el Periódico Opción Octubre 2015.

#caminhoembrasil fue uno de esos viajes para conocer una pequeña parte del coloso latinoamericano, su realidad social, sus calles, sus mercados, su gente de todos los colores, su gastronomía, su forma de enfrentar la vida.

Nuestro periplo empezó en el corazón de Sao Paulo, con aproximadamente 14 millones de habitantes, una ciudad donde conviven la opulencia y la pobreza, los mega centros comerciales, las edificaciones de apartamentos de lujo, las ventas de yates exhibidos como zapatos, y del otro lado la calle, las favelas, las construcciones precarias, la delincuencia, aunque esta existe en los dos lados. Todo se mueve frenéticamente, el tráfico es denso;  se ven miles de personas caminando aprisa, preocupados, estresados, trabajadores como hormigas en una selva de cemento. 



Movilizarse en Sao Paulo es cosa seria y conducir es otra más grave. Motocicletas, vehículos en su gran mayoría pequeños, se mueven con gasolina y/o etanol,  que debido a las distancias que tienen que recorrer se convierte en una necesidad, aunque extrañamente la gasolina en un país petrolero como Brasil es un lujo, el litro está por los 2.99 reales (1.00 dólar) en adelante, precio que puede variar en la misma ciudad.  El etanol es un tanto más barato, Brasil es el segundo mayor productor de este combustible del mundo.  Pero de biocombustibles, soberanía alimentaria, hay mucho que hablar y merecen su respectivo espacio.


Los habitantes de Sao Paulo, en su mayoría, son extrovertidos, alegres, complementan, socializan y ayudan a quien lo necesite, de manera que si hay algo por que volver es su gente.  Movilizarse en esta ciudad es costoso; el pasaje varía entre 3 a 3.50 reales, 1.25 dólares, aproximadamente, teniendo en cuenta que las distancias son enormes y muchas veces se tiene que tomar varias rutas. Los trabajadores que viven en las favelas, los barrios más lejanos, tienen que hacer un esfuerzo económico y físico para llegar a sus trabajos. Los desempleados tienen que ahorrar para ir a una entrevista de trabajo.  

Brasil supera los 44,2 millones de trabajadores informales y de estos un gran porcentaje le pertenece a Sao Paulo.  En la calle 25 de Marzo de esta ciudad, denominada el mayor centro de comercio de América Latina, es donde miles de vendedores ambulantes (llamados: camelô) sobreviven día a día como resultado de un proceso de marginalización de las poblaciones que no están insertadas en el trabajo formal.
 

Los vendedores ambulantes trabajan a la intemperie, en precarias condiciones, sin seguridad social, desprotegidos de la legislación laboral, víctimas de la inseguridad y de la represión estatal y municipal, esta última denominada “rapa” o como decimos en Ecuador “roba burros”, que incauta las mercaderías a los vendedores ambulantes.  Tan parecidos son los sufrimientos de nuestros pueblos y por supuesto su respuesta, su defensa, su acción inmediata de comunicar que se acerca el “rapa”, para levantar su mercadería ágilmente pues se encuentra en  un plástico acondicionado para tirar de un cordón, cerrarlo y correr. 

En la 25 de Marzo se puede encontrar de todo, a buen precio, aunque muchos de los productos que se encuentran son de origen chino, que también han invadido.  A pocos pasos una mujer te da un masaje y te ofrece un aparato, otro te ofrece agua, celulares, relojes, palos de selfie, zapatos, etc.  En navidad cuentan que esta vía se vuelve intransitable, pero de hecho lo es también en un día común.

Cerca de esta calle está el mercado municipal de Sao Paulo, cuya entrada tiene  unos hermosos vitrales que rescatan el trabajo en el campo; es un lugar lleno de colores y sabores, donde uno puede encontrar toda una diversidad de frutas, verduras, cereales, carne, condimentos y otros productos del país e importados; es bonito y caro, un lugar turístico que no está al alcance de la población común.

 
Alejándonos del centro, recorrimos la ciudad, primero en tren y luego en metro que es casi como el trole en Quito pero quintuplicado en su proporción. Lo que más nos impactó del paseo fue la contaminación.

Efectivamente, esta es de grandes proporciones, los habitantes conviven con la inmundicia de sus ríos Pinheros y Tietè, que atraviesan la ciudad, a los cuales por más de 50 años llegan las aguas servidas de la población y de las industrias emanando un olor insoportable. Es un crimen ambiental pues nada o poco se ha hecho para recuperar esos ríos, además de ser una ciudad con déficit de agua potable para sus habitantes; los pobres tienen sus alcantarillados clandestinos y los conectan por donde pueden.  Tal es la contaminación que en junio de este año, el Tieté por algún desecho químico se llenó de una espuma que desbordaba por las calles, un paisaje triste que lamentablemente se repite y ya es común cada año.



Hace años en estos ríos se realizaban paseos y competencias de natación, de lo cual ya no queda más que ríos muertos, inmóviles, fieles espejos de lo que el ser humano llega a convertir por la codicia y la acumulación de unos pocos. 

Sao Paulo es un ejemplo de ciudad capitalista, lo demuestra en la contaminación, en las desigualdades, en la pobreza, en los millones que viven en las favelas y los miles que viven sin techo, en las calles y huecos de alcantarilla.

La vivienda es un privilegio en Brasil, y en todo el mundo, pero es precisamente por esto que ocupar las tierras es un derecho y eso lo saben los brasileros, pero eso ya es cosa de otro texto.

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