Muisne: Que la solidaridad no cese

Por  Karla Calapaqui
@Dayumaec

-Yo hacía unos ricos panes,  ¿cierto?, le pregunta a su vecino de la tricimoto uno de los habitantes de Muisne, damnificado por el terremoto…
-Sí, riquísimos.
Él ríe, pero con una sonrisa que sabe a nostalgia  y amargura. Tomando un poco de aliento, don Segundo dice:
-Ahí en el agua está mi horno, está mi vida…
 Y pierde su mirada en sus maderas y en lo poco que pudo rescatar.
-Ahora tengo que irme donde mi hija, me duele porque éste es mi hogar y me toca empezar de cero. ¿Qué voy a hacer?,  se pregunta.
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Un profesor de la escuela de la zona, se levanta a nuestro paso y reclama:
-No hemos recibido ayuda, Muisne también es Ecuador.  La gente se está yendo, pero yo me quedo, dice, el maestro que por años ha formado cientos de niños muisneños.


El presidente Rafael Correa  llegó a Muisne, para decir que está prohibido llorar o gritar.  Sin saber qué hacer, sus pobladores decidieron por su cuenta.
Mujeres con sus hijos en brazos y maletas emprenden el doloroso éxodo, casi no hablan, se quedan pensando, quizás, en los días que vivieron antes del 16 de abril del 2016.  El barco de retorno al pueblo, está lleno de personas, de a poco ven cómo la isla se queda sola.  Las pequeñas embarcaciones que trasladan a la gente del otro lado del río a la isla y viceversa, muy pronto no tendrán qué transportar. La gabarra, oxidada por los años, está ahí, pasando de un lado a otro los vehículos con los pocos bienes de la gente que ha decidido dejarlo todo atrás.  La mayoría de los habitantes de Muisne se fueron, aún quedan familias en la isla, quizás porque no les queda otra opción.

Muisne es un pueblo fantasma, casas caídas y calles vacías. Los comerciantes empiezan por mudarse, familias enteras han emprendido el viaje para engrosar las decenas de albergues que se encuentran en la vía a Muisne.
Un perro frente a la isla la contempla, parece que tiene nostalgia de la bulla de los vendedores, del grito de los niños que jugaban en las calles de tierra, del sonido de las tricimotos y de las embarcaciones yendo y vinendo.
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Muchos de los pobladores que han dejado la isla, se han instalado al pie de la carretera (Pueblo Nuevo, El Salto). Cada albergue tiene un nombre, un letrero que pide ayuda.  Hombres, mujeres y niños limpian el monte, arman las “carpas” con plásticos y palos de madera, arman una “cocina”, un baño.  Al caer la tarde empiezan las fogatas, la presencia de mosquitos no deja en paz a niños y adultos, las hacen para ahuyentarlos. En la mayoría de albergues, no hay luz.
Mujeres y niños son la mayoría en los campamentos, en algunos casos ellas lideran, organizan y están al pendiente de los damnificados y la ayuda que llega.  En albergues pequeños, como mínimo, hay 20 familias y múltiples necesidades.

Cada granito de arena que los ecuatorianos aportamos por nuestros hermanos, significa mucho.  Cartas de niños y niñas animando a nuestra gente, cartas de mujeres para mujeres, para cuidarnos, para darnos ánimo, para saber que estamos juntas en estas circunstancias.  La violencia contra las mujeres no cesa, los abusos, las enfermedades.

Y la lista es larga, los niños y su necesidad de recrearse, de reír, de sacarse los miedos con juegos, con crayones y sueños.
No hay tiempo que perder, están enfrentando con fortaleza esta adversidad, están llenos de esperanza.  Pero las cosas tienen que cambiar:  es necesario albergues dignos para nuestro pueblo afectado, que las donaciones lleguen con la urgencia del caso más que con la lentitud que implica el logo gubernamental para llevarse las flores.  Porque  de buscar aplausos, no se trata.  La solidaridad no es hacerse un selfie con los damnificados o trapear el piso para lavar la imagen.

Que lleguen las carpas, los colchones, la comida, la ayuda psicológica y médica y las alternativas para salir de esta crisis, porque de ofrecimientos no se vive, son necesarias acciones.  Que llegue la ayuda, que el gobierno coordine pero no excluya a los voluntarios, a las organizaciones sociales y a todos los que desean aportar y han dado ejemplo de su eficiencia, de su nivel de organización. La solidaridad de la gente de todas partes del país llega a Muisne, los pobladores menos afectados han acogido a sus vecinos, amigos.  Todavía hay mucho por hacer.

No nos olvidemos de los damnificados, porque la ayuda es de largo plazo.
A 7 días del terremoto, llovió y los débiles albergues de plástico y madera,  dejaban pasar el agua, no resistían, el terreno se volvió lodo, así no se puede.  A las 3 de la mañana del domingo 23 de abril, otra réplica…nadie duerme.
De seres humanos a seres humanos, entregamos donaciones en sus manos, conversamos y hasta reímos, porque ése debe ser uno de los objetivos: brindar una sonrisa, un abrazo, o simplemente, escucharlos. El dolor y el llanto se quedaron en Quito.

¡Viva Esmeraldas, viva Muisne, viva Manabí!
Niños y adultos nos hicimos uno solo en esos gritos de esperanza, persistencia y fuerza, tanto ellos como nosotras, sentimos que estamos vivos, que saldremos de ésta, que este pueblo no se rinde.
Con @nguyenguerrero y @malcriadasorg seguimos!!

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