De los machos castigadores y de las embriagadas de poder

Por Karla Calapaqui T.
@Dayumaec


La ex jueza Lorena Collantes y el director del diario correísta El Telégrafo, Orlando Pérez, se han convertido en el ejemplo gráfico de lo que es el correísmo en el Ecuador: prepotencia, autoritarismo, arrogancia, atropello de los derechos y abuso de poder. Nos cachetean con su calidad de nuevos ricos.  Sí, de esos nuevos ricos que en esta década han llenado sus bolsillos y los tumbados de sus casas con dinero de los ecuatorianos.  O de los nuevos ricos que aseguraron un puestito bajo los parámetros de la sumisión y la incondicionalidad con el “proyecto”.  No importa si tienen que hacerse de la vista gorda frente al robo descarado o la violación de derechos.

Embriagados de poder, gritan y ostentan sus conexiones con los que mandan en el país, no respetan la ley, porque obvio, ellos son la ley. Así,  vimos un vicepresidente-candidato involucrado en hechos de corrupción por el caso Petroecuador, carajeando y exigiendo “respeto”, cuando ha sido número uno en irrespetar las leyes y la Constitución y no dar cuentas de las denuncias de platita  de todos los ecuatorianos en paraísos fiscales.


Sería interesante saber cómo actuó la jueza Collantes al frente de sus delicadas funciones.  Nos lo imaginamos, pero qué miedo.  Qué miedo pensar en lo que hizo en la Función  Judicial.  Orlando Pérez desde el Telégrafo ataca de forma permanente a opositores políticos, denigró y tergiversó a dirigentes de organizaciones sociales y transformó a este diario en un pasquín que no sirve ni pa madurar aguacates.

Los nuevos ricos que ha construido el correísmo, hablan  desde una posición de privilegio.  En el video que seguramente el propio Orlando Pérez filtró para lavarse las manos (según su inexistente  escala de valore. Él, de 54 años, le habla a Gloria Ordóñez,  de 23, en estos términos:   “¿qué hace metida en mi casa?”, o sea “mía, de mi propiedad, porque vos,  guambra, no tienes“.  Y agrega:  “yo tengo que trabajar”, o sea “no como vos mantenida, vaga, desocupada”…a una joven que empieza a vivir, que quizá no ha logrado acumular lo que él sí. De lo que se aprecia en las fotografías difundidas por la agredida, Orlando Pérez no sólo ejerció violencia física en contra de Gloria Ordóñez.  En sus gritos y expresiones,  hay violencia sicológica, patriarcal y misógina. Él tiene el poder, los recursos, para desde ahí arriba, decirle a Gloria lo importante que es y lo insignificante que es ella, el objeto descartable y, hasta insinuar que es una ladrona.

Orlando Pérez pide a los medios que este caso “se maneje con la máxima ética profesional”, misma que él jamás tuvo en estos años de estar al frente de medios públicos.  O digamos, mejor,  gubernamentales, que es lo que son. La violencia, el autoritarismo, la prepotencia, han sido la práctica diaria de la crema y nata del gobierno de Alianza País.

Dice el señor Orlando Pérez que “este es un asunto de orden privado” y es la justificación que esgrime para querer mantener en bajo perfil la violencia ejercida sobre Gloria Ordóñez.  Violencia que hasta ahora no ha desmentido.  ¿De cuándo a acá la violencia contra la mujer es un asunto privado? Es un problema de derechos humanos y es donde el Estado debe y está obligado a intervenir.  No existe justificación alguna para la violencia contra mujeres y niñas. La violencia contra la mujer es un asunto público y, es un delito penal sancionado en el COIP. La declaración de la CEDAW establece como violencia de género: “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.

El señor Pérez nos está dando a “probar” su poder.  Ya despidieron al periodista que publicó la nota sobre la agresión a Gloria Ordóñez en RTS, ya amenazaron a familiares de Gloria, ya Orlando Pérez se fue con “licencia sin sueldo” hasta que las aguas se calmen. Lo más grave es que la justicia, como lo ha demostrado en estos años, es servil y lo más probable es que este caso quede en la impunidad o se condene a la agredida por “violencia sicológica”.  Qué vivísimos son los agresores:  ahí tienen a Orlando Pérez, con denuncia de “daño sicológico”, en contra de Gloria Ordóñez.
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Nuestra sociedad tiene una cultura machista y misógina. No faltó el correísta y también anti correísta que salió a condenar a Gloria y defender al abusador. Es cierto, la justicia tiene que actuar  y esperamos así lo haga.  Pero  la sociedad, la familia, el entorno de la víctima, no pueden dejarla sola, ni dudar de su palabra. Asumir que ella miente y prejuiciarla,  obstaculiza los intentos de obtener justicia  y trae un mensaje a la sociedad:  que otras mujeres no se animen a denunciar por miedo de ser tachadas de “mentirosas, de putas, de locas, de ofrecidas, de carentes de dignidad”.  Basta de prejuicios. Porque este caso, tristemente, refleja la situación de violencia diaria que viven las mujeres ecuatorianas.  Siempre o casi siempre, cuando buscan justicia, ellas tienen que probar la agresión sufrida y así pasan a ser revictimizadas.

Viene al caso, hacer un resumen de estos diez años de violencia machista, con “ejemplos y modelos a seguir”, empezando por el primer mandatario, que puede darse el lujo de gritar en señal abierta: “gorditas horrorosas, majaderas, coloraditas, mediocres, malcriadas, mejor que hable de maquillaje”.  Y claro, también esas “sutilezas” propias de galán de quinta, “lindas piernas, qué ojos -enfócala camarógrafo-, qué belleza, qué minifaldas”.

Finalmente, como un film gangsteril, los ecuatorianos vemos los escándalos de corrupción, la persecución política, la violencia de género y los nuevos ricos. Los esbirros obsecuentes sólo reproducen esas violencias.  ¿Y la sociedad?… A propósito de este último tema, ¿cuánto mal le ha hecho a la sociedad, ser bombardeada por el discurso misógino de Rafael Correa? Ahí les dejo la pregunta.

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